Station: [17] EL IMPUESTO SOBRE EL CAFÉ Y LOS OLFATEADORES


A partir de mediados del siglo XVIII, el café dejó de ser patrimonio de la aristocracia llegando también a las clases medias, con el consiguiente aumento del consumo de café. Como el Reino de Prusia necesitaba dinero, Federico el Grande prohibió la importación privada de café en 1766, pudiendo obtenerse únicamente de fuentes estatales. Finalmente, en 1780, Prusia penalizó el tueste de café con las siguientes palabras: "se prohíbe a todos tostar café en las casas o en cualquier otro lugar y utilizar un café distinto del de la Casa Real".
Los encargados de ejecutar esta prohibición eran los sargentos olfateadores de café, ex militares no aptos para la guerra. A estos olfateadores se les permitía entrar en casas y viviendas en busca de café tostado. 
Tras la muerte de Federico II, desaparecieron en Prusia las prohibiciones del café. En cambio, los derechos de importación se cobraban en las fronteras.

Unos 150 años más tarde, en el verano de 1948, el impuesto sobre el café se convirtió en un impuesto alemán de consumo. Hasta 1953, el impuesto era de 10 marcos por kilo de café tostado. En la frontera de Bélgica con Alemania se libraron batallas armadas entre los agentes de aduanas y los contrabandistas.
En los años 50, en la aduana de Hamburgo, todavía se empleaban perros entrenados para olfatear café.
Hoy, el impuesto nacional alemán sobre el café tostado es de 2,19 euros por kilo. Con este impuesto, el Estado alemán genera unos ingresos de unos mil millones de euros al año. Además de este impuesto sobre el consumo, en Alemania se aplica un IVA del 7% al café tostado. En la actualidad, los funcionarios de aduanas singuen controlando la cantidad de café que se torrefacta en las tostadoras. 

Solo existen pocos países que gravan el consumo de café; en Europa, además de Alemania, son Bélgica, Lituania, Dinamarca, Noruega, Suiza y Grecia.

Foto: © Kaffeemuseum Burg